Colorful 8 NARANJA

Han pasado tres semanas desde el incidente. No hay energía eléctrica en la mayor parte de la ciudad, y los edificios aún no han sido movidos de sus escombros. Todos los días es lo mismo. Vivimos en una oscuridad casi total, es como si siempre fuese de noche. Hace un par de días, Ian se admiró al ver la aurora boreal pintando el paisaje.

-      ¿Cómo es posible?
-      Supongo que aún no descubren cómo mantenerla estable. Ella también debió salir de la base –aplacado.
-      ¿Está descontrolada? –lo miré, negué.
-      Sólo un poco desajustada. El proyecto en el que trabajaba tenía tres años en modo de prueba. Existe un complejo de biología y botánica en Perú, que servía para probar los efectos de la máquina a pequeña escala. Siempre había algo que fallaba, a partir del primer mes. Lo que está pasando ahora, son efectos que predije en mi estudio… pero nadie hizo caso –abatido.

No he podido explicarle más acerca del proyecto, porque no sé qué tanto puedo confiar en él. Después de todo, es el único que sale del apartamento y regresa con cosas, todos los días.

-      El almuerzo está listo –sirve la comida. Paso al comedor- ¿Cuánto tiempo durará? –observando el paisaje desalentador.
-      No estoy seguro. En las noticias se escucha sobre la brecha que abrió el Gobierno Central gracias al miedo provocado tras el arranque del proyecto, pero no dicen que la guerra parará o si planean darle un fin aún más catastrófico –resoplo cansado- La culpa se hace pesada con cada día que pasa…
-      Es normal que sientas miedo. Yo hubiese hecho lo mismo que tú –trató de alentarme.

Comí lo que mi ánimo me permitió. Agradecí los alimentos y me levanté.
Tocaron a la puerta. Ian se extrañó. Dejó el servicio y fue a ver. Apareció con el gesto pálido. Volvieron a tocar. Se sobresaltó. Me miró. Jaló de mi muñeca y me llevó hasta su cuarto. Abrió una puerta tras su ropero. Me empujó dentro. Trato de pedir una explicación a su comportamiento.

-      No salgas –temeroso. Mira hacia el pasadizo. La puerta, otra vez.
-      Pero…
-      Confía en mí. Te explicaré luego –pesaroso.

Cierra la puerta. Y sale con prisa. Las paredes son tan delgadas que sus pasos se pueden escuchar claramente.

-      Sabes muy bien que no me gusta esperar.
-      Lo siento.

“Esa voz”, pegué la oreja a la pared, curioso.

-      ¿Hay alguien contigo? –con recelo- El otro plato -acota.
-      No… Una vecina vino a comer. Le robaron todo, poco después del terremoto y esto… sea lo que sea… ¿A qué has venido? Es raro verte por aquí.
-      Quiero visitar a mi hijo, ¿hay algún problema?
-      No… Claro que no… -nervioso.

Se mueven hacia la sala. Sus voces son más claras.

-      ¿Sabes quién vivía a tu lado? El doctor Stevens ¿Recuerdas que te hablé de él? El muy cobarde escapó de las instalaciones y dejó su proyecto con errores... El muy cretino pensó que nadie podría corregir el sistema y recuperar los planos.
-      Habrá tenido una buena razón… Mira cómo van las cosas.
-      Esto estaba en los planes. Ya se sabía los daños colaterales de la máquina, pero él… El muy maldito…
-      Papá, ¿por qué has venido?
-      Sólo quería saludar.
-      Claro…

Con cada palabra que soltaba el hombre, el agobia consumía mi ser. Su entonación. No cabía duda. “Es él”, me agité en mi sitio.
Unos quince minutos después, el papá de Ian se fue, algo molesto por la actitud del menor.
Pasos.
Traté de esconderme. Quería huir. “¿Qué pretende reteniéndome?”, la puerta secreta se abre. Su gesto mostraba su falta de espíritu. Aproveché el vacío. Lo empujé y salí como pude.
Tiró con fuerza de mis brazos. Esquivó mis patadas, con cierta torpeza.

-      ¡No voy a hacerte daño! ¡Quiero ayudarte! ¡CÁLMATE! ¡Maldita sea! –renegó. Me sacudió por los hombros. Me detuve, consternado- ¿Ya? –agitado.

Me llevo una mano a la frente. Estoy algo mareado.

-      Yo no sabía quién eras –se justifica- No lo sabía hasta que me dijiste tu apellido. Por eso cambié el mío. Temía que me reconocieras y huyeras a la boca del lobo.
-      ¿Cómo te llamas? –parpadeo con molestia.
-      Ian Pearson.
-      ¿Tu padre es James Pearson? –volteo, contrariado. Asiente, avergonzado- Eres hijo del monstruo que ordenó ésta matanza.
-      Te juro que es una coincidencia que vivamos en el mismo edificio. No soy un espía o algo por el estilo.
-      Sí… Eso pude escucharlo –froté mis hombros, adolorido- Esto es horrible… No soy un cobarde. No deseaba ser obligado a usar mi invento como un arma –resoplo con pesadez- Colorful es una máquina creada para llevar lluvia y sol a las zonas afectadas por el cambio climático; de ningún modo la haría para obligar al mundo a adorarme como un dios –resentido por un comentario de Pearson- Yo no...
-      Lo sé –palmea mi espalda- Doctor Stevens –me extraño por el trato solemne-, tengo un plan.

Del bolsillo de su suéter ha sacado una tarjeta negra. Sonríe con malicia. “¿Qué pretende éste niño?”, confundido.

-o-

Éste fue el capítulo ocho. Espero que les haya gustado.
Gracias a todos los que están leyendo mi novela. 
¡Ya sólo quedan dos capítulos para el gran final!
Cualquier comentario o sugerencia, siempre es bien recibida.

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