Colorful 10 BLANCO

“¿Qué pretende éste niño?”, me pide que lo siga.
Vamos hasta una habitación, al final del pasillo. Ha tenido que usar una llave extra para entrar.

-      ¿Sabes? –me quedo boquiabierto al ver lo que había dentro- Papá tampoco me soportaba, pero tiene razón en hacerlo… -lo miré, admirado- Cloné sus tarjetas de crédito, en dos ocasiones, mientras dormía.

Se dirige al monitor central, toma asiento en su sillón. Es como estar en un laboratorio de la base.

-      Lo único que debo hacer es establecer una conexión fiable con la base y entraremos.
-      ¿Entrar? –confundido.
-      Vamos a ir a la base Q-Alfa 2, doctor.
-      ¿Te afectó el frío? –desencajado- No voy a volver. Me matarán en cuanto me vean.
-      Relájate –confiado- Por ahora, tengo que trabajar en el enlace.

Me pidió, con una señal, que abandonase el salón. No pierdo un segundo y salgo. Cierro con cuidado. Me quedo de pie frente a la puerta, cruzado de brazos. “¿Regresar a la base?”, una gélida brisa golpea mi espalda, “No es la mejor idea, pero esto no puede seguir así”.

Al segundo día, Ian emerge de su laboratorio con un aire victorioso en su andar. Me entrega una tarjeta blanca. “¿Una identificación falsa?”, lo miro de reojo.

-      Tu padre ya debe de haber notado que le falta su tarjeta…
-      Esa no era su tarjeta –se sienta, cansado- Mientras él hablaba, yo cloné todas las que llevaba encima –me admiré- Sí, ya puedes elogiarme –petulante. Resoplo impaciente.
-      Sigo pensando que es demasiado peligroso –leo mi nuevo nombre.
-      Es un nombre dentro de la lista verde. Ésta no es cualquier identificación, doctor –Me sorprendí de que supiera sobre la lista verde- Son pases VIP para sobrevivir al fin del mundo.
-      Lo sé, yo también tenía una –indignado.
-      ¿Ah, sí?
-      Sí –fastidiado- ¿Creías que hui porque me iban a sacar del proyecto? –me dio la razón- ¡No! Ya te he dicho que lo hice porque me estaban obligando a encender la máquina, con otros propósitos.
-      Ah… Lo siento –guardó su identificación- En fin, debemos prepararnos para salir. Dijeron que hoy habrá tormenta.
-      Odio que el pronóstico del clima haya dejado de ser una mera especulación –abatido.

El clima realmente ha empeorado. Todos terminan de resguardarse. Me acerco a la ventana con cautela.

-      ¡Estoy listo! –animado. Coge su mochila- ¿Doctor?
-      Voy…

Dejo mi sitio. Saca unas llaves con un colgante extravagante. Sonríe al ver mi curiosidad por el artefacto.

-      Iremos en mi camioneta.
-      ¿Tenías una camioneta?
-      Un Jeep.
-     
-      ¿Qué le sucede? –cierra con descuido.
-      Es como si recién te estuviera conociendo.
-      Ian Pearson –me extiende la mano. La estrecho por inercia- Mucho gusto.

Con el temporal, hemos tardado tres horas en llegar a las cercanías del complejo. Se estaciona tras unos árboles. Tomamos medidas de precaución, contra el mal tiempo, antes de bajar.
Llegamos hasta la garita de control. La nieve impedía que nos sacáramos las máscaras de protección. El vigilante tomó nuestras tarjetas y las verificó. Hizo una señal para que nos dejaran pasar. Nos las entregó.

-      Pensamos que no regresarían hasta mañana.
-      Mi esposa odia tenerme en casa –se adelantó Ian.

El hombre ha soltado una carcajada estridente.
No nos hemos quitados las máscaras hasta el salón de recibimiento. Él se saca los implementos y recibe los míos. Mantengo la capucha.

-      ¡Maldito clima! Espero que el nuevo doctor arregle pronto ése trasto.

Ambos aguardamos, de espaldas a los militares. Se alejan lo suficiente para seguir nuestro camino.

-      Desde aquí, te sigo a ti –levanté la mirada hacia el ala norte. Avancé.

Hemos llegado hasta el ascensor sin mayores obstáculos en nuestro camino.
Antes de que la puerta se cerrara por completo, una mano se deslizó por el borde, deteniendo el proceso. Ian bosteza con relajo, pero yo no puedo parecer tan tranquilo, no después de ver quién acaba de sumarse al grupo.
Él me mira de reojo. “Me ha reconocido”, escondo mi rostro nervioso. Noto que me hace una señal con disimulo. Sigo su mirada. "Las cámaras de seguridad", protejo mejor mi rostro.
El ascensor se detiene. Lo sigo. Entra a los vestidores. No para hasta las duchas. Ian no comprende, pero no hace el intento de detenerme.

-      Es bueno verte, Josh –gira y me abraza con fuerza. Me quedo quieto, incómodo- Todos decían que habías desaparecido –se aleja.
-      ¿Qué haces aquí, Aaron?
-      Olvidé mi tarjeta el día de la evacuación. Me retuvieron en las instalaciones de Perú, por tres días –rasca su sien, impaciente- Luego, desperté aquí.
-      ¿Qué? –interviene, Ian.

Aaron lo mira, contrariado. Llamo su atención.

-      No hay tiempo para explicarlo.
-      Sí… -titubea- Me trajeron para calibrar la máquina. No he hecho grades avances, porque no tengo los planos. Irene se los llevó, y nadie ha podido contactar con ella, ni con Joan.
-      Genial –aliviado.
-      ¡No es genial! –exaltado- ¿Sabes lo mucho que te odia tu equipo? –bajé la mirada, avergonzado- Creen que abandonaste el barco... peor que una rata.
-      Yo…
-      ¡Entiendo que es tu amado invento! Pero –me toma por los hombros-, debes asumir la responsabilidad por todo lo que está pasando ahora mismo.
-      Por eso hemos venido –Ian me hala- El doctor quiere enmendar su error, ¿verdad? –sonríe. “Da miedo”, asiento.
-      Roger y James están en una reunión. Si quieres entrar al laboratorio, debe ser ahora.

Me irgo, firme. Salimos.
Los pasillos están más transitados que de costumbre, a pesar de ser más de las dos de la mañana. Logramos ingresar. Ian se queda vigilando cerca de la puerta. Me cuido de las cámaras. Aaron palmea mi hombro.

-      No debes preocuparte por éstas cámaras. Joan se encargó de desactivarlas antes de que la máquina se encendiera.

Me dirijo a la computadora, confiado. “El sistema está debilitado”, recuerdo, con una sonrisa, al loco hermano de mi amiga Irene. Los índices han alcanzo niveles críticos de inestabilidad. La seguridad interna del receptor ya no es suficiente. "Esto es preocupante". El tiempo de uso se ha extendido sin descanso, y el cambio de celdas no se ha ejecutado de acuerdo al plan trazado durante las pruebas de mantenimiento. El nivel de potencia ha disminuido y, de seguir así, la máquina colapsará.

-      Le quedan menos de dos días –Aaron acaba de confirmar su mayor temor- Si no la apagamos ahora, se saldrá de control y matará todo sobre la Tierra.
-      ¡Es mi padre! –Ian entra con sigilo. Cierra y asegura la puerta- Está con Roger. Están viniendo –me mira, alterado- ¿Qué estás esperando? ¡Apaga la cosa…!
-      No es tan fácil –ingreso los códigos de conexión- Va a tardar unos minutos.

La noche se convierte en día, en cuestión de segundos. La tormenta se detiene. Los pasos aceleran su acercamiento.
James Pearson pega su cuerpo a la puerta metálica, observa a través de la ventana circular. Se encuentra, cara a cara, con su hijo. Éste retrocede con palidez.

-      ¡Apúrate! –alerta el menor.
-      ¿¡IAN!? –el hombre, desencajado- ¡ABRE LA MALDITA PUERTA! –patea con insistencia.
-      Hágase a un lado, señor Pearson –éste obedece sin apartar los ojos del menor.

El Mayor Nero saca su arma y la carga. Ian va donde Aaron, delante del doctor.

-      Si pasan ésa puerta, yo seré su escudo… -seguro- Papá me odia, pero no tanto como para matarme –se esfuerza por sonar convincente.

El doctor Stevens continúa concentrado en la reconfiguración del sistema. Otra vez se hace de noche. Dos disparos. El menor se sobresalta. Aaron lo toma por los hombros y se coloca a su lado, reforzando el escudo humano.
El Mayor termina su munición, atacando el panel de control de la entrada. Ésta se desactiva y procede a abrir la puerta de una patada. Pearson ingresa primero.

-      ¿¡Qué demonios haces aquí!? –sulfurado- ¿¡Quién te ha dejado entrar!?

El menor sonríe con cierto nerviosismo. Le muestra su tarjeta negra.

-      Lo siento.
-      ¿Tienes idea de lo que estás haciendo? ¿A quién estás apoyando?
-      Lo sé, y no quiero que esto siga. Si está en mis manos poder detenerte, lo haré.
-      ¿¡Has perdido el juicio!? ¡Esto es un proyecto del Gobierno Central!
-      ¡Es el invento del doctor Stevens! -éste volteó a mirarlo. El menor se puso más nervioso- ¡Tú mismo dijiste que él era un hombre brillante! ¿Por qué estás apoyando al presidente en ésta locura?
-      ¡Cállate! Sólo sigo órdenes.
-      Muévete, muchacho -Nero se adelantó- No puedo permitir que apaguen ésa máquina.
-      Sobre mi cadáver, Roger -apretó los puños.

El Mayor Nero recargó su arma. Pearson no reaccionó a detenerlo.
El monitor emitió una luz amarilla parpadeante. Josh se llevó ambas manos al rostro y soltó una risa.

-      Lo logré… -resopló con paz.

El piso comenzó a temblar.
El doctor cerró los ojos. Ian y Aaron lo imitaron.

-      Es imposible detenerlo -sonríe soltando un par de lágrimas.

Una luz blanca abre el cielo, y se extiende con rapidez por todo el globo.
Varias piezas, del satélite receptor, impactaron la atmósfera, convirtiéndose en los fuegos artificiales que marcaron el fin de una máquina que pudo haber salvado a muchas personas, como bien estuvo a punto de agotar hasta la última de las esperanzas.


FIN

-o-

Éste fue el último capítulo, de la versión online.
Quiero agradecer a todos los que han estado siguiendo la novela durante todo éste tiempo. A pesar de haber tardado meses en continuarlo, gracias.
Espero que les haya gustado.
Como mencioné, tiempo atrás, la semana del 19 -más o menos- estaré subiendo un link con la versión PDF, que contiene dos capítulos extra.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Teoría de los vasos comunicantes

Colorful: 1 ROJO

COLORFUL: Versión PDF