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Irene había decidido no ir al trabajo, y pasar el día en casa, con sus hijos… conmigo.
Cuando le pregunté la razón. Ella sólo me sonrió y sacudió la cabeza, como si su mente no hubiera estado presente. Un escalofrío recorrió mi columna, al recordar el mismo gesto en los ojos de mi hermano, poco antes de fallecer.

-          ¿Te sientes bien? –expresé con preocupación.

Sus ojos se iluminaron y me abrazó.
Kate y Luis jugaban en el patio, junto a Rufus, el perro de Joan, hermano de Irene. Ella se sentó en uno de los escalones, flexionó sus piernas, las abrazó y apoyó su mentón en las rodillas. Sus ojos se volvieron a perder.

-          ¿Estás segura que estás bien? –asintió con una sonrisa.
-          Sólo quería verlos…
-          Los ves todos los días, mujer –digo entre risas.
-        Siempre que llego, están por irse a dormir. Y por las mañanas, a duras penas logro darles un beso de “buenos días”, antes de ir a trabajar.
-          Entonces deberías pedir vacaciones –resoplo con cansancio.
-          Éstas son las vacaciones más largas que tendré en mucho tiempo…
-          ¡Mami!

Mi pregunta se desvaneció en el aire. Kate y Luis la abrazaron. Rufus ladraba hacia la reja. Fui a ver qué pasaba. Joan acababa de llegar en su Lamborghini rojo. Odio a ese sujeto. Abro la reja. Su perro me empuja y se lanza sobre su traje de marca. Me cruzo de brazos. ¿Le da igual que el perro lo llene de pelos, pero no deja que sus sobrinos lo abracen si tienen una pequeña mancha en la ropa?, frunzo el ceño.

-          Tim.
-          Joan –me hago a un lado y lo dejo pasar. Cierro la cerca y regreso con Irene.
-          ¡Tío!

Ignoran que él no los quiere. Él ha sacado hábilmente un par de regalos, para evitar el roce. Ellos corren como locos, extasiados por las sorpresas. Desaparecen tras la puerta de la casa. Irene se para y sacude su faldón. Joan la ha abrazado. Ambos mostramos un gesto atontado, por la muestra de cariño. Irene le toca la frente.

-          No tienes fiebre… -irónica.
-          Irene, me hablaron sobre tus “vacaciones” en la oficina.
-     Ah… Decidí tomarme el día libre… Quiero estar al lado de mis hijos cuando suceda.

Vuelvo a cruzarme de brazos, intrigado. Irene agita su mano, despreocupada y se ríen.

-          ¿Por qué siento que soy el único que no sabe lo que sucede?
-          No tienes por qué saberlo, Tim. Ni siquiera eres mi cuñado.
-          ¡No tengo edad para serlo! –Miro hacia otro lado, avergonzado.

Irene se ha reído.
Entran a la casa. Ella me hace una señal para ir con ellos. Me relajo y sonrío.
El aire golpea con fuerza mis piernas. Volteo hacia el cielo. Froto mis vistas. ¿Fue una alucinación? Luis viene a llamarme. Hala mi suéter.

-          Tim, mamá quiere que entres.
-          Ya voy…
-          No, quiere que entres ahora mismo.

Bajé la mirada hacia él. Sonrió amable.
Un crujido. Giré con sobresalto hacia la calle. El piso vibró bajo la casa. Tomé a Luis en brazos y lo saqué del umbral.

-          ¡ENTREN A LA CASA! –exclamó Irene.

Sus ojos. Ese par de ojos azules ahora se mostraban llorosos.
Luis me apresuró, asustado. Nos levantamos con dificultad. Y, justo antes de que Joan cerrara la puerta, logré confirmar que en el cielo no quedaba una sola nube y que el Sol brillaba con gran intensidad, a pesar de haber estado a cinco grados y en pleno invierno, hace un instante.


- o -


Y, es el capítulo dos.
Espero lo disfruten.
Puede que el martes ponga el siguiente.
Gracias por leer.

Comentarios

  1. Me confundio un poco la cantidad de personajes en este episodio, pero al final le encontre coherencia con la primera parte. Buen trabajo!

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